Toda ficción es una mentira, como su propio nombre indica. Ahora bien, si nos atenemos a la preceptiva clásica, el hecho literario se compone de una inventio, una dispositio y una elocutio, siendo así que, como vemos, a la invención le corresponde nada más que una tercera parte del discurrir creativo. Por lo tanto, hay que buscarle un sentido a la invención: de otro modo, si tan solo somos capaces de mentir con solidez, muy probablemente conseguiremos que nuestros libros sean best sellers, lo cual me parece muy digno y muy respetable, pero, ay, le estaremos haciendo un flaco favor a la literatura entendida como arte. Si queremos ser escritores totales, necesitamos organizar nuestras ideas y precisamos exponerlas de manera innovadora, o nuestros textos acumularán las miasmas propias de las aguas estancadas. Es a eso precisamente a lo que aspiran los relatos contenidos en estas Pocas nueces: la novedad creativa. El amable lector no hallará en ellos un hilo temático que los una, pero sí una identidad de tono que contribuye a consolidar una determinada imagen del ser humano. Y bueno, sí, voy a recordar una frase conocidísima incluso para defender una estética nueva: be water, my friend. Fluye.