Si el mundo fuese un instituto, el liberalismo sería ese chaval de clase que ahorraba todo el mes para luego comprarse el FIFA nuevo, y el comunismo sería ese chaval al que le teníais que dejar siempre diez o veinte céntimos para el refresco del patio. Con el primero te podías ir a su casa a echar unos fifitas y, en ocasiones, hasta se venía el segundo chaval a jugar. En resumidas cuentas, el liberalismo lo tolera todo, incluso el comunismo o proyecciones socialistas dentro del mismo. No ocurre así a la inversa.