Decía Gabriel Celaya aquello de que la poesía era un arma cargada de futuro. Arma poderosa acaso. Cargada de futuro no lo sé. Quizá por lo primero y no sé hasta qué punto por lo segundo, los juglares han cantado desde los albores de este arte el dolor y el placer de las personas, sus penas y sus alegrías; la gloria y la desolación del hombre. Han cantado a la guerra y han cantado a la paz. Como han cantado a la vida y han cantado a la muerte. La poesía es antagonista, es contradictoria. Sí, pero es herramienta que acaso llegue al corazón del lector, le conmueva y le ayude a apreciar lo que ha inspirado esos versos. Los de este libro, la Paz. Porque, a pesar de las miserias que aquí se desgranan en muchos de los versos escritos, este libro habla de Paz. Y sólo de eso.