¿Es posible construir una casa en el aire? Estos poemas navegan con libertad por un realismo de indagación meditativa y fuerte tensión lírica, cerca de la poesía del pensamiento, del simbolismo de línea clara, con imágenes y recursos que potencian su voz sin caer en experimentalismos extremos ni prosaísmo seco. Con modalidades aforísticas y lúdicas, desde cierto laconismo epigramático, hay una atenta lectura de los clásicos, una mirada hondamente existencialista que se ilumina a veces con una desbordante imaginación, entre onírica y expresionista, para abordar los grandes tópicos pero también las pequeñas historias de la cotidianeidad. He aquí uno de los ejes vertebradores: la mirada doméstica desde una media voz que bordea el soliloquio y huye de la grandilocuencia; un cruce de intimidad y compromiso que no admite fronteras y se ensancha con viajes a países y culturas diferentes, solidarizándose con las desdichas de los desamparados del mundo.
Su poesía celebra una genealogía matrilineal, una _sororidad_ necesaria y defendida, pero no ignora la paternidad que la hizo posible: «para que este amor suceda/ debió existir un hombre». Y esta postura la aleja de fundamentalismos que, reivindicando con justicia la marginación histórica de la mujer, anulan la posibilidad de integración de los géneros en busca de armonía: «Ya lo dijo Platón en su _Banquete_. «Hemos perdido, María, el instinto de unidad». La trashumancia del desarraigado con la libertad de _flâneur_ marca a fuego la enunciación sin caer en el lamento o la desolación. La finura de esta voz elegíaca reside en el justo medio entre la herida y el asombro de lo que florece.
Elegía por lo que fue y se desvanece, asombro por lo que es y la plenifica. Poética de la celebración de la vida pese al reconocimiento de las cicatrices. Porque el habitar es errar, pero también hacer nido, alternativamente (Laura Scarano).