Casi todas las mujeres que la autora nos presenta en estos doce relatos han tenido que pelear duro para que sus compañeros de trío o quinteto las admitieran, para que el público dejara de mirarlas con desconfianza poco después de que empezara el espectáculo, para que les ofrecieran salarios tan buenos como a ellos al cerrar los _deals_ para sus conciertos.
Y, es que el mundo del jazz es un dominio de los hombres y al igual que las mujeres del Paris de los años XX, que se situaban a la orilla izquierda del Sena, han sido unas incansables trabajadoras para cultivar y deleitarnos, unas con lo literario y otras con la música jazz.
El pecado es colectivo, la sociedad no les ha prestado atención ni a aquellas mujeres de Paris como Sylvia Beach o a estas otras en el mundo del jazz como le ha sucedido a la saxofonista Jane Ira Bloom o la trompetista Laurie Frink.
Este libro de relatos hace un retrato, pone el foco sobre estas mujeres desconocidas que hicieron mucho y de las que se ha hablado poco y, si te adentras en estas páginas te sorprenderás tanto como le pasó a la autora que, aunque escuchó jazz desde niña en su casa, no sospechaba que muchas mujeres habían puesto su tiempo y sus ilusiones en esta música, con escaso reconocimiento.
A todas ellas va dedicado este libro, y a todas las que no están también.