La importancia del compromiso con la vida es una de las principales premisas del que aspira a ser poeta. La humanidad como referente, lo que nos une y no lo que nos separa, como bien suele recordarnos insistentemente el autor, es el punto de inflexión que le ata a cada aliento, a cada suspiro, a cada color. Un torrente de honestidad y sinceridad que discurre por la urdimbre de todo aquello que nos hace vivir la realidad de nuestra especie. La maraña que el ser humano ha deshabitado para ocupar la ciclópea absurdez de la nada, teñidas de hormigón y deseo por lo efímero, se describe con amplitud en esta pequeña obra de arte, donde se desliza un sentimiento de nostalgia por lo que perdemos cada día de nuestras vidas y que Alfonso -con palabras- y Patricia -con trazos y colores- abogan por recuperar cual refugio inexpugnable. Ambos se cobijan al abrigo de los sueños para recuperar en la retina del lector un legado humanista que con los tiempos que corren parece perdido.