Pensar, del latín pensare que a su vez proviene de pendere: ‘colgar’ y ‘pesar’, en el sentido de comparar dos pesos en una balanza. Y así pasamos gran parte de nuestras vidas: pensando, contraponiendo ideas, escogiendo entre varias opciones para intentar no errar en nuestra elección que muchas veces pende también de un hilo. Al adentrarnos en La verdad sobre la omnipresencia podremos vislumbrar distintos modos de pensar. Como entrante: Pensando en voz alta, ser capaces de verbalizar nuestras preocupaciones, nuestros intereses, darles vida y forma al ponerles nombre y hacer partícipes a los demás de lo que ocupa nuestra mente. De aperitivo: Pensando regalos, un modo de obsequiar y complacer a quienes lo merecen, a quienes nos han servido de guía
y soporte en travesías adversas, a quienes han sido nuestro faro para encontrar el lugar correcto en el que atracar. Como plato principal: Pensando en ella, compañera de viaje, de fatigas, de encuentros y desencuentros, pero siempre necesaria en nuestra vida, pieza fundamental e imprescindible en nuestra partitura y, como postre: Sin pensar, la desconexión de la mente en ocasiones tan necesaria. El maridaje de la poesía con un buen vino, extraído de cepas viejas, para lograr atraer a las musas, a veces reacias a aparecer y así seguir creando, infinitamente.