La Navidad es un cuento, y eso lo sabemos todos. También es una inagotable fuente de inspiración para la literatura, tal vez por ocupar ese hueco del calendario tan deseado como temido. Los encuentros y desencuentros, la nostalgia de la niñez o el rechazo a las exigencias de una sociedad entregada al consumismo material y sentimental, convierten estos días en un suculento territorio emocional entre la comedia y el drama, cautivando a genios desde Charles Dickens, Oscar Wilde o Paul Auster hasta Azorín o Emilia Pardo Bazán.