En junio de 1577, cuando Teresa de Ávila comenzó a escribir El castillo interior o Libro de las moradas, o simplemente Las moradas, vivía una época extremadamente conflictiva, víctima de las tensiones y disensiones políticas y religiosas en el seno de la orden. Jerome Gratien, un humanista carmelita que se convirtió en su padre espiritual, le pidió que escribiera un nuevo libro en el que presentara un viaje espiritual que no estuviera basado en su experiencia.