Hemos de cantar hoy lo valioso, ante tanta pérdida. Una escritura que rescate del olvido aquellas experiencias que nos hacen humanos, más humanos. Una vuelta al origen, para entender y recuperarnos, estando presentes y no ausentes. En lugar de tropezar con nuestros errores, una y otra vez, tropecemos en las raíces de los árboles, para quedarnos allí un buen rato. No podemos ni las ramas ni los ángeles. Necesitamos fundirnos en el violeta del árbol de Kiri frondoso. Ser mariposa todavía, con su polvillo intacto de volar en las alas.
El nuevo poemario de Beatriz Cerón es un canto a la naturaleza y a la infancia, a su fuerza y a su inocencia. Y no es una añoranza vaga, ni una blancura triste, sino volar despiertas. “Las mariposas arcoíris cobran vida con el tiempo”.