Año 1269. En la ciudad apuliana de Lucera, el mayor enclave musulmán que ha existido en un reino cristiano, el andalusí Abd-El Latif Ibn-Fahim escribe una larga crónica sobre los recuerdos de su vida. Conocemos así la relación de su padre con el filósofo Averroes, y su participación en la batalla de las Navas de Tolosa, donde es apresado y condenado a trabajos forzados en las obras del castillo de Calatrava. Gracias a sus conocimientos del latín, el arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada lo incorpora a los trabajos de traducción que está impulsando en Toledo. Allí conoce al inglés Miguel Escoto, con quien establece una sincera amistad. Juntos, Ibn-Fahim y Escoto, parten hacia Italia portando una copia clandestina de las obras de Averroes, perseguidas tanto en el mundo musulmán como en el cristiano, y se ponen al servicio del emperador Federico II Hohenstaufen. Ibn-Fahim participa en las empresas y comparte los sueños del emperador. Visita la Escuela de Medicina de Salerno, interviene como mediador en las guerras sarracenas de Sicilia y forma parte del círculo de sabios que prepara el terreno diplomático para emprender la Sexta Cruzada. Tras el éxito de la sorprendente cruzada incruenta de Federico II, Ibn-Fahim peregrina a La Meca y vuelve a Italia para colaborar en la redacción del Liber Augustalis, la mayor y más avanzada compilación jurídica desde los tiempos de Justiniano. Ibn-Fahim es testigo de acontecimientos insólitos, el trágico conflicto del emperador con su hijo y heredero Enrique, la guerra con la Liga Lombarda, las invasiones tártaras, las conspiraciones contra la vida del emperador y el enfrentamiento a muerte entre imperio y papado. Asiste por fin al amargo final del sueño de Federico II: reconstruir el Imperio Romano sobre la base de la legalidad, la paz y la prosperidad.