No encontrarán, amables lectores —que quizá han llegado a este libro atraídos por los dibujos—, un relato serio, sesudo y académico de los Beatles. Aquí, como a la vida, se ha venido a trolear. Encontrarán su excelsa historia de una manera fiel, pero desde un punto de vista desenfadado, punki, millennial y a ratos hater.
Sin embargo, ha de quedar claro desde el inicio que los autores aman a los cuatro de Liverpool y a todo lo que gracias a ellos han vivido. Adoran su leyenda, cada una de sus canciones y las sensaciones únicas que solo la música del mejor grupo de la historia puede provocar. Una irrepetible unión de genios que dictó en menos de una década las nuevas normas de la industria musical. John, Paul, George y Ringo bebieron del talento de las estrellas que admiraban para acabar superando a cualquier constelación.
Vayamos, pues, al día del Big Bang. Al 6 de julio de 1957. Encendamos velas a Ivan Vaughan y llevemos nuestra mente a Woolton, Liverpool, donde una tarde de sábado en el patio de una iglesia cambió para siempre la historia de la música.