Escribir encerrado -por guion del destino- ha sido habitual a lo largo de la historia. Así son los tiempos extraños: sacan al artista que llevamos dentro. El poeta, observador agudo, teje prendas de hilo y agua y las comparte con el viento. La poesía, que no es más que un arrojo vital, pone a Paco Checa frente a una realidad de lágrimas y muertes. Y no puede evitarla.
Decepcionado escribe con rabia y dolor, también con pasión. Son versos como el grito de cada instante, desde la solidaridad y la impotencia. Vivir en tiempos de pandemia es un sufrimiento asido a la incertidumbre. Un coronavirus nos ha estallado en la cara y ha transformado esa realidad que sostienen las pinzas de Wall Street. Un caos emocional. Apoplejía irredenta alimentada en un encierro diario.
Pero el poeta no canta solo a la muerte, entre sus páginas también reina la tendresse, el amor de Espejo en la aventura de estar vivos. Al fin, pandemia y alcoba ardiente: la belleza.