Diego Leal encuentra su propia redención en las limitaciones de los adultos, contenidas en la aventura europea de su amigo Mateo, su mellizo Ignacio, Amparito y Dolo; para comprobar que su tatarabuelo acompañó en el siglo XIX a Federico González Suárez, amigo de Menéndez Pelayo, a investigar antiguos archivos históricos, así como buscar un manuscrito de su autoría, ayudado por la peña de su madre Caro; mientras Pedro, su padre, resuelve sus dilemas en medio de un mar de sabiduría y de cultura.