Un libro que nace desde la enfermedad de quien lo escribe, desde la advertencia de la muerte, que siempre está a nuestro lado. Igual que el terrible enemigo que somos cada uno. Montañas y animales aparecen en estos poemas, todos salvajes, aunque el poeta los nombra tanto dentro del hombre como fuera del hombre.
Versos que encuentran la belleza en lo ligero, y que pesan como la bola y la cadena de un fantasma, como la infancia, como las amistades que solo pueden celebrarse en el recuerdo. Joan de la Vega ha usado la cuchilla para pulir el lenguaje, para que el pinchazo sea placentero y perdure tras la lectura. Contemplar el paisaje, pertener a él.