Cuando Lorenza tomó posesión de aquella antigua casa, regalo de bodas de su padre, sabía que era la casa la que la había elegido a ella y no ella a la casa. Y, desde entonces, se convirtió en la celosa guardiana de un secreto que se concentraba en la llave plateada de una habitación siempre cerrada.
La casa fue pasando de una generación a otra y con ella la llave de aquella habitación. Allí se ocultaba el mayor de los secretos de la familia, y todos sus miembros siempre creyeron que el origen de la fortuna de la que disfrutaban, y de las desgracias que les afligían, estaba allí, en esa habitación cerrada; y que solo la mano de un inocente podría liberarlos de aquella antigua atadura.
A la espera de que El Inocente apareciera, transcurrie