La poesía trágica puede considerarse poesía por antonomasia. Aunque autores como Marcial, Quevedo o Gómez de la Serna hayan explotado exitosamente sin posibilidades humorísticas, lo cierto es que la verdadera poesía necesita un drama que sirva de vehículo al mensaje, de modo que los lectores del texto empaticen con las emociones por él transmitidas.