En diversidad de religiones, el astro rey amerita su título en el panteón divino, pues el dios sol suele ser dios de dioses. Más discretas, las deidades asociadas a la luna, habitualmente femeninas, son relegadas a un lugar secundario. La principal explicación de esta diferencia de trato se encuentra no tanto en la jerarquía entre sexos como en la importancia del elemento solar para la supervivencia de estas civilizaciones y, en definitiva, de la especie humana.