Mara desprende insolencia, ironía, y poder, envueltos en un manto refulgente de sensualidad. Una fragancia untuosa que te empapa sin que te des cuenta. Sigilosa como la tentación. Escudriña atenta la minúscula debilidad que permitirá la ventaja de mover el primero. El indicio de intimidad descuidada que delata la carencia por donde infiltrarse. Aquella pequeña brecha de confianza a que obliga el trato amigable. Por aquí comienza a tenerte, a poderte, a dominarte con argumentos que cortan como acero rodiado. Que cómo he pasado la noche pregunta como si nada, con el ademán indiferente del que conoce la respuesta. Sabe de sobra que traigo la carne mustia, que aquella noche ninguna piel me ha comprendido ni en lo superficial ni en lo profundo. Ni la noche anterior, ni la otra, ni la otra. Noches de blanco satén medio muertas de desespero carnal, de indiferencia afectiva. Una frustración que no cesa.