No podemos ser -los políticos menos que nadie- capullos de alhelí, una planta de hoja perenne y flores olorosas con hermosos y variados colores que se cultiva sólo para el adorno y el postureo, como ahora sucede con muchos dirigentes. Seguramente, lo más honesto, lo cabal, es hacer las cosas sin alharacas, trabajando “estilo olivar”; es decir, responsablemente, dando frutos sin hacer ostentación de flores, sin presumir, sabedores de que el fruto de la oliva, la aceituna nos procura el aceite que, como decían los clásicos, es “alimento, remedio y luz”. Casi nada…