Cualquiera que haya podido disfrutar de sus abuelos sabe lo difícil que es ordenar los recuerdos con _**Ellos**_. Hasta los seis o siete años, nuestra memoria no alcanza a distinguir lo que es real de lo que son relatos, fotografías o, en los últimos tiempos, vídeos. Y cuando nuestra mente ya es capaz de grabar momentos o situaciones. todo está condicionado por nuestro entorno, y la visión que tenemos del mundo.
Si es en la infancia cuando se construyen los cimientos de nuestra personalidad, de nuestro carácter, de nuestro potencial, de nuestra vida, hay muchas personas que no pueden comprender su personalidad sin sus abuelos, los verdaderos maestros que han contribuido a ese proceso. Con errores y aciertos, siempre nos han guiado con la certeza de saber que esos nietos van a ser el último trazo que harán en este mundo de los vivos.
En este relato intimista y lleno de sutiles matices, Elías Domingo pone orden a sus recuerdos para ensalzar el amor sincero y puro de los abuelos, no solo los suyos, sino de todos los que tratan de guiar los primeros pasos de sus nietos, los hijos de sus hijos, con una dosis infinita de generosidad.