Casa, coche, trabajo, todos los días lo mismo. Todos los días
lo mismo: casa, coche, trabajo. Y ni siquiera tengo coche. Ni
un garaje para ese coche. Un garaje desde el que empezar a
construir un imperio económico. Ser un ejemplo de superación,
de meritocracia. Desde el garaje de mis padres al éxito en los
negocios tras aprender de los fracasos. Porque un garaje es
como tener un paracaídas. El garaje, el dinero, los contactos, la
herencia cuando se mueran. La meritocracia.
Así que casa, el metro, trabajo. Y en realidad no tengo casa, el
metro va cada vez peor y el trabajo es una mierda. Ocho horas
que son diez, más las horas extras. Y a este alquiler precario no
se le puede llamar hogar. Y a esta manera de ganarse la vida no
se