Mi abuela Zrinka siempre decía SÍ a todo. Acampábamos y escalábamos montañas, corríamos y andábamos en bicicleta, nadábamos en lo más hondo del mar. Construíamos escondites en lo más secreto y hacíamos casa para los insectos con cajas de zapatas. Ella tejía jerseys de lana siguiendo mis ideas, hacíamos juguetes con vasos de yogur y organizábamos espectáculos de títeres en el jardín. Viajábamos en tren, en avión, en barco. Dibujábamos cómics, leíamos el periódico, escribíamos cuentos.
¡Para ella nada era imposible! Mi abuela sabía y podía hacerlo todo.
Hasta que un día ya no pudo.