La isla de Madeira es como un jardín flotante con vegetación tropical y mediterránea enclavado en pleno Océano Atlántico. La línea costera se caracteriza por abruptos acantilados que se precipitan al mar, en los que surgen terrazas expuestas al sol donde crecen flores tropicales y viñedos. El interior está surcado por altas montañas y profundos valles, entre cuyas laderas crecen algunos de los últimos reductos de bosques de laurisilva que quedan en Europa, declarados Patrimonio de la Humanidad. Además de la isla de Madeira, también forman parte del archipiélago la isla de Porto Santo, con las mejores playas de la región.