Los seres humanos somos cuerpos hablantes esencialmente sociales. Incansables buscadores de goces, hallamos en la vida de relación una inagotable fuente de experiencias.
De ahí el empeño que ponemos en consolidar y estrechar los lazos que entablamos con otros y que están tejidos de palabras. Esos lazos discursivos son capaces de afectarnos de maneras muy diversas.