Unas pocas pinceladas, escogidas con esmero, bastan a la escritora santanderina para plasmar una sucesión de argumentos minimalistas que nos empujan a una lectura participativa. En realidad, más que el minimalismo, la nota dominante de Laberintos es el fragmento, entre otras cosas porque la mayoría de las narraciones se condensan en un momento clave donde el protagonista repasa un aspecto concreto de su vida, las más de las veces empleando el monólogo.