Hay veces que las cosas están hechas para romperse. Por más que intentes sujetar todos los pedazos juntos y cerrar los ojos para no ver las grietas, escucharás su manera de crujir cuando sus pasos empiezan a resonar. Sabes que, al final, alguna esquina afilada te hará sangrar, pero ya habrás usado todas tus tiritas en mantener pegados esos trozos de amor a los que no alcanzaban tus dedos. Todo aquello que sujetabas se caerá en picado al suelo y se romperá tan de golpe, que se te olvidará que el suelo que te rompió es el mismo que pisas para irte. Y no habrá nada que puedas hacer para evitarlo. Entonces, supongo que lo único que puedes hacer, después de ver todo aquello que componía tus latidos destruirse, es huir.