Este Viacrucis no es ni tétrico ni demasiado moralista, de esos que nos cargan a nosotros con la culpa de toda la sangre derramada y de los que sale uno casi con depresión. Más bien es de alabanza, de acción de gracias y de gratuidad. Es un Viacrucis en el que Jesús habla en primera persona y nos cuenta su propia pasión.