Y si, llegado el día, la plaza
se llena de gente honrada,
agradecida, sin doblez ni máscaras,
con quien he compartido casa,
copas, llama, alegres fragancias,
recuérdame, entonces, que alabanzas
de miserables y furtivas palabras
de quienes prometen glorias vanas
hay que saber siempre esquivarlas.